¿Qué pasaría si en pocas horas una infección zombi arrasara el planeta entero y nos encontrara aislados en una vieja hostería de un balneario apartado? Zombis de ojos blanquecinos y brazos suplicantes. No muerden, no atacan, deambulan por la playa y el bosque como almas en pena emitiendo quejidos que hielan la sangre. ¿Cómo actuar cuando se sabe que no hay chances de sobrevivir al contagio? Nicolás Finnigan es el último en resistir y tendrá el tiempo justo para escribir esta historia que quizá nadie llegue a leer. Pronto todos seremos zombis.